Reprogramando el borde ribereño entre Formosa (Arg.) y Alberdi (Py.)

Desde siempre, el agua ha sido el origen de la ciudad.
El 90% de las grandes urbes del mundo se fundaron junto a ríos, lagos, canales, bahías o costas. El agua ofrecía sustento, movilidad, comercio. Pero hoy, esa misma cercanía representa una amenaza. En el último siglo, el nivel del mar ha subido más de 20 centímetros y los eventos climáticos extremos se intensifican. Frente a esto, la arquitectura ha respondido con estrategias defensivas:
¿muros, diques, materiales impermeables, soluciones que buscan resistir ?

Volvamos al río…
El agua ha sido siempre un punto de encuentro, pero también de disputa. Las grandes civilizaciones nacieron y prosperaron a orillas de los ríos, que ofrecían tierras fértiles y acceso a recursos esenciales. Así nacieron las primeras ciudades, donde la vida se organizó en torno al agua, asegurando el alimento, el riego de los cultivos y el ganado. Con el tiempo, esa relación cambió. La expansión de las ciudades comenzó a chocar con la naturaleza. Las riberas de los ríos, que antes eran zonas de sustento, se transformaron en barreras, límites que separaban poblaciones y marcaban territorios. Hoy, esos límites existen bajo otro nombre: fronteras. Las ciudades fronterizas, donde las culturas se mezclan y chocan, han dado lugar a espacios urbanos únicos, forjados en parte por su ubicación fluvial. A medida que crece la población, la migración se intensifica y la globalización avanza, estos “bordes urbanos fluviales”, cargados de tensiones y contradicciones, no solo seguirán existiendo, sino que se multiplicarán. De hecho, ya lo están haciendo en varios puntos del mundo.

Sin embargo, en muchos territorios ya no se trata solo de resistir, sino de implantar nuevas formas de habitar. Comunidades que flotan, estructuras que se adaptan, bordes que se vuelven porosos. Aparecen ciudades anfibias, capaces de absorber, filtrar y coexistir con el agua.

Habitar el Límite como Vínculo Fluvial
Desde tiempos precolombinos, los ríos fueron arterias de intercambio y encuentro en el territorio guaraní. Para estas comunidades, el agua no era frontera, sino tejido vivo entre pueblos. Con la llegada de los Estados-nación, esa lógica fue reemplazada por límites políticos rígidos que separaron lo que antes fluía.
Hoy, en la hidrovía Paraguay–Paraná, las ciudades ribereñas de Formosa (Argentina) y Alberdi (Paraguay) conservan un lazo cotidiano, aunque tensionado: comercio informal, vínculos familiares, movilidad intermitente. Pero la falta de infraestructura sensible —infraestructura que escuche al río— mantiene esa relación suspendida, sin sostén ni continuidad.



El Río Paraguay no es solo agua. Es historia, es intercambio, es frontera y es vínculo. Desde tiempos inmemoriales, sus orillas han albergado comunidades que lo habitan, lo cruzan y lo transforman. Hoy, Formosa y Alberdi se enfrentan al desafío de reimaginar su relación con este borde fluvial, para convertirlo en un espacio de integración en lugar de una fisura urbana.


Dinámicas urbanas: cuando el río escribe la ciudad
El siguiente regitro satelital revela una verdad incómoda y persistente: el territorio nunca está quieto.
A lo largo de las décadas, el río traza nuevas curvas, invade, retrocede, desplaza. La ciudad, por su parte, crece sobre su cauce, avanza sobre humedales, traza límites que el agua desconoce.
Entre 1985 y hoy, la relación entre asentamientos humanos y sistema fluvial ha sido de disputa. El crecimiento urbano no ha seguido la lógica del río, sino la lógica de la expansión: cuadricular, rellenar, ocupar. Pero el río responde: erosiona, inunda, interrumpe.
Este GIF no solo muestra un cambio en el paisaje, muestra una coreografía de tensiones no resueltas.
Una ciudad que crece sin escuchar al agua. Un río que insiste.
¿Y si las ciudades dejaran de imponer su forma y comenzaran a leer las formas del río?
Este proyecto parte de esa pregunta. Y propone una nueva estrategia: habitar el movimiento, no resistirlo.

Un corredor fluvial interrumpido
Cartografiar la frontera para volver a conectarla

El río Paraguay, a lo largo de su curso medio, no es solo un límite geopolítico: es un sistema territorial compartido. A lo largo de sus márgenes, ciudades como Asunción, Clorinda, Formosa, Alberdi, Pilar y Cano mantienen lazos históricos de comercio, movilidad y cultura que desbordan las divisiones impuestas por los Estados.
Sin embargo, las infraestructuras actuales no acompañan esa fluidez. Lo que antes eran vínculos naturales se han transformado en tramas rotas, bordes frágiles, corredores desconectados. El resultado: un paisaje de oportunidades desperdiciadas y vulnerabilidades urbanas crecientes.

Estas cartografías muestran la repetición de un patrón: ciudades enfrentadas por el río, pero sin puentes, sin infraestructuras comunes, sin espacios pensados para la convivencia binacional.
¿Qué pasaría si leyéramos este borde no como una línea de separación, sino como un sistema continuo a rearticular?
Frontera móvil: entre erosión, sedimentación y ocupación
En esta secuencia temporal, el cauce del río Paraguay no es una línea fija: es una masa en desplazamiento constante. Entre 1985 y la actualidad, su curso ha migrado, se ha ensanchado, ha invadido, se ha retraído. Mientras tanto, las ciudades de Formosa y Alberdi han seguido creciendo sobre sus márgenes, sin corresponder a ese movimiento.
La frontera fluvial —vista aquí desde el aire— no responde a trazos políticos ni a límites catastrales. Su forma real la dibuja el agua, año tras año, meandro tras meandro. Cada curva es el resultado de una interacción entre corrientes, lluvias, sedimentos y obras humanas.
Este GIF revela cómo la urbanización avanza sobre un territorio vivo, y cómo el río responde con su propio lenguaje: inundaciones, erosión, reconquista del cauce.
¿Cómo diseñar en un borde que se mueve? ¿Cómo habitar una frontera que nunca está en el mismo lugar?

Atmósferas superpuestas: una ciudad entre el deseo, el agua y el fracaso
Formosa es una ciudad atravesada por capas atmosféricas que no se suceden, sino que se acumulan. Sus deseos, sus fracasos, su historia productiva interrumpida y su costado fluvial incierto se entrelazan en un territorio constantemente reconfigurado por el agua.

La primera atmósfera es la del deseo proyectado: una ciudad industrial, con trenes, barcos, carreteras y energía fluyendo. Una imagen del progreso que alguna vez se prometió y nunca llegó del todo. Esta visión, leída hoy, opera como una ficción interrumpida, una utopía truncada.


La segunda atmósfera es la de la intermitencia hidrológica. La línea de tiempo de crecidas y bajantes evidencia que el río Paraguay no solo estructura el paisaje, sino que lo define con su inestabilidad. Aquí, la ciudad se adapta o retrocede: hay años de playa y años de agua invadiendo veredas. Las curvas del nivel del río son también curvas de ocupación, de abandono o de reinvención de los bordes.

La tercera atmósfera es la del presente fragmentado. A pesar de las obras, defensas y paseos costeros, la frontera sigue siendo un hiato funcional, programático y político. Las barreras invisibles impiden una integración real con Alberdi, mientras la vida cotidiana resiste entre lo informal y lo espontáneo. La falta de infraestructura adecuada limita una habitabilidad plena.
Finalmente, una atmósfera emergente empieza a delinearse: la del encuentro posible. En los espacios ribereños aún activos —costaneras, playas, mercados, pequeñas embarcaciones— se adivina una forma de habitar que no combate el agua ni busca dominarla, sino que se deja afectar por ella. Esta atmósfera no niega las anteriores, sino que las metaboliza: transforma los fracasos pasados y las amenazas climáticas en nuevas oportunidades de reconfigurar la frontera como territorio común.

Habitar la Frontera Fluvial
En el borde entre Formosa y Alberdi confluyen múltiples tiempos y tensiones: la ciudad soñada que nunca fue, la presencia latente de la infraestructura obsoleta, el dinamismo del comercio informal, las huellas del tanino, las crecientes que inundan y las bajantes que exponen la sequedad de un sistema en crisis. Este territorio no es una simple línea de separación: es un paisaje fluctuante, cargado de memoria, deseo y conflicto.
Frente a la lógica que concibe la frontera como borde rígido o línea de defensa, emerge otra posibilidad: habitar. Habitar la frontera fluvial es asumir su carácter poroso, reconocer sus ritmos climáticos, sociales y ecológicos, y proponer infraestructuras que no impongan, sino que acompañen. Es leer el agua no como amenaza, sino como interfaz de oportunidad.
Desde esta mirada, habitar es reparar, acoplar, suturar. Es intervenir con elementos resilientes, temporales y adaptativos. Es diseñar no desde la certeza de lo estable, sino desde la escucha a lo que fluctúa. La frontera se vuelve entonces un espacio de encuentro, donde se entrelazan lo binacional, lo natural y lo urbano, activando nuevas formas de coexistencia.

Mapa de Interacciones: Infraestructuras que Hablan
Antes de imaginar nuevas estructuras, es necesario detenerse en lo que ya está. Este mapa mental —construido a partir de trayectorias, memorias, y usos cotidianos— revela una red de infraestructuras físicas y no físicas que delinean una forma de habitar compartida entre Formosa y Alberdi. No se trata solo de objetos construidos: también son recorridos, costumbres, vínculos simbólicos y económicos que persisten, se adaptan o simplemente resisten.
Muelles abandonados, mercados informales, playas espontáneas, trayectos transfronterizos improvisados, ferias binacionales, barreras en obra: cada elemento expresa una manera de interactuar con el borde, de apropiarse del río y sus márgenes. Son huellas materiales y sensibles que, lejos de ser residuos del pasado, configuran un presente activo, cargado de tensiones, discontinuidades y oportunidades.
Este mapa de interacciones no es una cartografía oficial ni normativa, sino una lectura crítica del territorio, donde las dinámicas urbanas existentes emergen como indicios de una frontera viva, inestable y cargada de sentido. Reconocerlas implica entender que el futuro del borde no puede imponerse desde cero: debe injertarse, suturarse o implantarse en diálogo con estas prácticas ya instaladas, incluso si son informales, precarias o incompletas.

FICCIONES: “Habitar la oscilación”
En este territorio, el agua no es constante. A veces invade. A veces se retira. Las ciudades enfrentan tanto crecidas históricas como bajantes extremas.Se expone un escenario posible: el caudal del Paraguay aumenta, inunda, divide. Luego baja, deja islas, expone bordes erosionados. Este ciclo ya no es una anomalía. Es el nuevo ritmo del paisaje.
¿Cómo se proyecta desde la inestabilidad? ¿Qué formas urbanas emergen cuando el borde se vuelve móvil?

Hipótesis : Laboratorio FORAL VISION ( For-mosa + Al-berdi)
FORAL surge como un laboratorio territorial binacional que explora nuevas formas de habitar la frontera fluvial. No parte de la idea de control o cierre, sino de adaptación, diálogo y activación mutua. El río Paraguay no separa: pulsa, erosiona, conecta y transforma.
Ante un borde históricamente pensado como límite, FORAL propone trabajarlo como zona activa. No se trata de intervenir con grandes infraestructuras defensivas, sino de incorporar injertos, suturas e implantes capaces de acoplarse a las fluctuaciones del agua y a las dinámicas sociales locales. Desde lo mínimo, desde lo replicable.
Se ensayan dispositivos urbanos que reconectan infraestructuras preexistentes, rehabilitan espacios en desuso y habilitan nuevos usos resilientes frente a crecidas, bajantes y tensiones climáticas. FORAL opera entre dos márgenes, pero también entre escalas: desde el objeto arquitectónico hasta la red territorial.
Así, el borde deja de ser una línea fija para convertirse en un sistema vivo: poroso, adaptable, compartido. Un territorio en el que se proyecta no contra el río, sino con él.

CATALOGO : FORAL IMPLANT / Infraestructuras interactivas
Este catálogo se organiza en tres tipos de operaciones territoriales, entendiendo el borde Formosa-Alberdi como un cuerpo en transformación:
- Suturas: reconectan fragmentos urbanos, sociales o ecológicos. Intervenciones que cosen y recomponen continuidades.
- Injertos: se acoplan a lo existente para adaptarlo, activarlo o resignificarlo. Intervenciones puntuales, adaptativas.
- Implantes: introducen algo completamente nuevo donde antes no había nada o estaba degradado. Intervenciones fundacionales o estratégicas.



FORAL VISION propone habitar esa frontera no como borde de contención, sino como cuerpo compartido. Un territorio anfibio que se adapta a las crecidas y bajantes, y que se construye a través de injertos, suturas e implantes: dispositivos resilientes capaces de reconectar, activar y proyectar una integración binacional desde lo local. No se trata de borrar la frontera, sino de transformarla en un nuevo espacio de encuentro.
