Las ciudades han mutado innumerables veces desde su concepción pero, siendo nosotros los seres humanos parte esencial de las mismas toda vez que sin nuestra presencia dichas ciudades no existirían, hemos naturalizado todo aquello que vemos y percibimos, inmersos en una cosmovisión que viene de la mano de las dinámicas urbanas mismas.
Si hacemos el ejercicio de imaginar la ciudad próxima, basándonos en datos y evidencias concretas sobre, por ejemplo, el desmesurado avance de la crisis climática, las nuevas tecnologías y, por consecuencia, de las nuevas formas de energía, podremos comenzar a divisar un nuevo paisaje urbano que no nos es del todo familiar. Justamente porque el desafío consiste en imaginarlo, ya que nuestra misión como urbanistas y diseñadores del paisaje consiste en poder anticiparnos a los retos que vienen. Anticiparnos a la Ciudad Próxima.
En este escenario es que podemos predecir que las ciudades ya están desincentivando el uso del automóvil y por contraposición, alentando el uso de las bicicletas o monopatines. Asimismo, necesitamos cada vez menos del dinero efectivo en papel o, mejor dicho, del papel; ya que todo tiende a digitalizarse y el dinero no es la excepción ya que múltiples aplicaciones permiten administrar la “billetera virtual”.
Ante esta premisa surge el interrogante sobre cuáles son los espacios que tienden a quedar vacantes en la ciudad próxima; ¿qué ocurrirá con las estaciones de servicio tradicionales? ¿qué ocurrirá con los bancos o cajeros automáticos? Y ¿con los kioskos de diarios y revistas?.
A partir de estos interrogantes, surge la oportunidad de identificar aquellos espacios vacantes y proponer su reutilización, con el fin de crear un circuito sustentable en sí mismo en donde aquello que genere la ciudad, vuelva a la ciudad con un valor añadido.
Reconstruir-Rehabitar-Repensar
“La arquitectura tiende a no considerar la obsolescencia. Sin embargo, tiene el potencial de integrar la obsolescencia al tener en cuenta las varias vidas de un edificio dado que todos sus componentes tienen una vida útil distinta. Proporcionar la máxima libertad de uso puede generar la renovación de los espacios, dotándolos de vidas adicionales (…) Creemos que nada es tan malo como para que no pueda incorporar las condiciones existentes. Siempre hay algo que actualizar, readaptar y conservar. Nuestra postura implica observar con precisión para comprender las condiciones dadas. Trabajamos con lo que tenemos, e inventamos algo nuevo con ello. Es esencial confiar en el valor de lo existente” (Lacaton & Vassal: Condiciones abiertas para el cambio permanente. Entrevista con Anne Lacaton.)
No hay nada más sustentable que preservar lo existente y las ciudades no deberían ser la excepción.
El 60% de la población mundial reside en Ciudades y, en la ciudad de Buenos Aires, ese porcentaje es del 92%. Este crecimiento demográfico hace que las ciudades crezcan y, si la mancha urbana se expande, las infraestructuras colapsan y no hay ninguna eficiencia en dicho modelo. Las ciudades deben tender a la compacidad pero, para ello, deben garantizar a sus habitantes la cobertura de las necesidades básicas de la vida cotidiana; generando nuevas centralidades. En este contexto y si de eficiencia hablamos, resulta indispensable valorizar aquellos espacios que la ciudad ha dejado -o dejará- obsoletos para atender estas cuestiones, con una mirada de conciencia y preservación del medio ambiente.
¿Qué tan versátil puede ser un espacio?
Resulta un desafío pensar en infraestructuras que puedan ser lo suficientemente versátiles como para tener múltiples usos o destinos. Si pensamos en ejemplos concretos, podemos encontrar una flexibilidad inicial basada en los materiales mismos de construcción. Una estructura liviana de acero, no solo permite grandes luces generando espacios muy flexibles, sino que también tiene la posibilidad de desarmarse y desmontarse para poder ser construida en otro lado. Si hablamos de la construcción vernácula más tradicional, encontramos materiales como el ladrillo u hormigón que, en espacios amplios, también pueden permitir un grado alto de flexibilidad de usos, siendo esta vez la superficie un claro limitante.
A partir de esta premisa es que se puede establecer distintos gradientes en cuanto a los grados de flexibilidad de estos espacios que quedarán vacantes en la ciudad próxima. No es lo mismo un kiosko de diarios de chapa que puede ser desmontado por completo permitiendo la reutilización de sus materiales, como un edificio bancario que no solo no permite su traslado sino que presenta ciertas características que le son inherentes a su función.
Espacios vacantes en la Comuna 8: Inversión privada-Oportunidad pública
El trabajo se focaliza en la Comuna 8 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ubicada en la zona sur de la Ciudad, en el límite con la Provincia de Buenos Aires.
La elección de esta Comuna responde a una clara diferenciación en las condiciones urbanas entre el norte y sur de la ciudad, siendo esta última una zona carente de infraestructuras de calidad y espacios verdes, con un alto nivel de contaminación, escasa consolidación, viviendas precarias, zonas de asentamientos irregulares y un alto índice de inseguridad.
Estas condiciones se ven reflejadas en el informe de Percepción Urbana en la Ciudad de Buenos Aires, realizado por La Dirección General de Antropología Urbana, la cual recaba estos indicadores a través de una encuesta virtual realizada a vecinos y vecinas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el marco de la actualización del Plan Urbano Ambiental. Estos indicadores son considerablemente más bajos en el área de la Comuna 8.
Es necesario potenciar el desarrollo del sur de la Ciudad creando nuevas centralidades, que cubran las necesidades básicas en cuanto a la calidad de vida. Esto traerá aparejado una mayor inversión y como consecuencia, una mejora en el entorno inmediato. Si a su vez, sumamos nuevos atractores como catalizadores insertos en la trama urbano, generaremos externalidades positivas a una escala mucho mayor que la del entorno próximo.
El ejercicio comienza buscando en los límites de esta comuna, aquellos espacios que se presume quedarán en desuso para lograr cruzar estos con las problemáticas propias de este entorno, sumando el filtro medioambiental y el obtenido mediante el índice de cobertura de las necesidades de la vida cotidiana.
Repensar la ciudad en contexto de crisis medioambiental
Para poder sumar el layer medioambiental, lo primero es entender cuáles son las problemáticas que enfrenta la Ciudad a futuro en este aspecto.
La Ciudad de Buenos Aires se caracteriza por ser un área húmeda con lluvias esporádicas pero intensas que en ocasiones han provocado el colapso de las infraestructuras existentes con inundaciones como consecuencia. Las zonas bajas de la ciudad se presentan como “zonas de riesgo hídrico”.
A su vez, el crecimiento de la construcción con la carencia de espacios verdes como contraposición en algunas zonas, ha provocado un aumento del efecto de isla de calor lo cual, sumado a las altas temperaturas que van en aumento cada año como consecuencia del calentamiento global, hace que transitar la ciudad sea hoy un desafío en los meses de verano.
Asimismo, la contaminación del aire provocada por los gases de combustión vehicular, de fábricas y de basurales a cielo abierto, hace que algunas zonas ya no sean aptas para habitar, aunque en la práctica así funcionen. Lo mismo ocurre con los vuelcos de desechos de las fábricas al río y sus cursos de agua, lo que hace que su navegabilidad sea peligrosa y la posibilidad de contacto con este recurso natural sea nula.
Se estima que en los próximos 20 años, en la Ciudad de Buenos Aires aumentará el número de días que formen parte de una ola de calor y se incrementará la precipitación tanto en la ocurrencia de eventos extremos así como en la intensidad.
Todos estos fenómenos traen también aparejados una pérdida en la biodiversidad, lo cual hace que el ecosistema entero peligre.
Catalizadores: un nuevo paisaje urbano
La propuesta consiste en que el espacio público no quede vacante, ya que ante este contexto solo podemos presumir que los individuos elegirán preservarse dentro de sus hogares en, por ejemplo, los meses críticos de temperaturas extremas. Esto provocará un distanciamiento de la vida social la cual se ha tornado tan valiosa en un contexto post-pandémico y de ensimismamiento tecnológico.
La reconversión de los espacios vacantes vienen a traer nuevos espacios de cohesión social, adaptados a este nuevo imaginario y con los usos pertinentes para su contexto y emplazamiento, generando una nueva estética urbana diferente a la que tenemos naturalizada. Estos dispositivos actúan como catalizadores que generan externalidades positivas en el entorno donde se insertan.
Índice de Cobertura de las Necesidades de la Vida Cotidiana (ICNVC)
“La mejor movilidad es la que no se hace. Nos movemos mucho porque el mundo urbano ha separado espacialmente las funciones claves, que son: la vivienda, el trabajo, el abastecimiento, la educación, la salud y el ocio. Si en un perímetro corto, de un cuarto de hora a pie o en bicicleta, podemos satisfacer estas necesidades básicas, estaremos mejorando sustancialmente la calidad de vida” (Carlos Moreno)
Este índice es resultado de un trabajo llevado a cabo por la Dirección General de Antropología Urbana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y fue construido en base al concepto de Ciudad de 15 minutos que plantea que si en un perímetro corto, de un cuarto de hora a pie o en bicicleta, podemos satisfacer las necesidades básicas (vivienda, trabajo, abastecimiento, educación, salud y ocio) estaremos mejorando sustancialmente la calidad de vida en la Ciudad. En la zona Sur se puede observar poca cobertura de varias de las actividades escenciales.
Si superponemos también este layer al de los espacios vacantes, encontramos una oportunidad de resolver problemáticas puntuales a partir de identificar la carencia de determinadas actividades en la zona.
Crear un prototipo
Como puntapié y caso de estudio, se tomó el de las estaciones de servicio. Si estas quedarán en desuso, ¿qué superficie quedaría vacante en la ciudad? A su vez, ¿cuánto material debería desecharse o, en su defecto, reutilizarse? ¿Podría este ser un nuevo componente en la actividad propuesta o bien, ser parte de otra intervención?.
A partir de estos interrogantes es que surge la necesidad de identificar todos los elementos que componen las estaciones de servicio. Desde su estructura reticulada de acero, su cubierta de chapa, los surtidores con sus mangueras plásticas, cartelería, luminarias, sector comercial de abastecimiento, entre otros.
Todos estos elementos deben volver al ecosistema, con su valor añadido. Es por eso que se propone la reutilización de todos ellos, creando un nuevo escenario urbano flexible, efímero, con conciencia ambiental y sobre todo con múltiples variables de uso.
Este prototipo lleva el nombre de “Oasis urbano” ya que desde su concepción es un espacio que busca ser un refugio. En su definición, un oasis es un “Paraje aislado en el desierto en el que hay agua y crece la vegetación”.
Este prototipo plantea el reciclaje de la cubierta de chapa para la generación del mobiliario urbano que será utilizado dentro del mismo espacio, así como revestimiento para el sector del abastecimiento, que pasará a ser un “edificio técnico” con servicios básicos para el confort en el espacio público como sanitarios, punto de hidratación y de abastecimiento.
La cubierta ahora se presenta como un manto vegetal, que trepa a través de la estructura reticulada que queda al descubierto. Las especies nativas promueven la restauración de la biodiversidad, a la vez que generan un sector de sombra al resguardo del sol y calor directo.
Se prevé la limpieza de los tanques de manera que puedan ser reutilizados para recirculación de agua de lluvia, para abastecer el edificio técnico y los surtidores que se suman como innovación en materia de juegos infantiles.
De esta manera, se genera una eficiencia del 100% en la reutilización de los materiales sumado a la versatilidad del uso.
Epílogo
Este proceso es tan replicable como tantas problemáticas existan a nivel mundial. Dependerá de la temporalidad de liberación y/ó vacancia de estos espacios, la manera en que se puedan ir activando estos dispositivos urbanos.
Se deberán plantear a su vez posibles interacciones entre estos espacios y llevar un registro de su funcionamiento y buenas prácticas como un proceso de mejora contínua, estableciendo buffers de proximidad deseada, de manera de potenciarlos entre sí.