Caminos para Reimaginar el Territorio Lagunar en Crisis
Soy residente de Maceió.
Maceió, capital de Alagoas, es una de las principales ciudades del noreste de Brasil, destacándose tanto por sus bellezas naturales como por su papel económico y social en la región. Maceió, del tupí “maçayó”, “maçaio-k”: “lo que cubre el humedal”, está situada en la franja costera del noreste, fundada oficialmente en 1815. La ciudad creció alrededor de una rica red de cuerpos de agua, incluyendo el océano, lagunas, ríos y manglares, que moldearon su geografía e influyeron en su ocupación urbana.
Conociendo el contexto – Maceió, Alagoas, Brasil
Con una población de aproximadamente 1 millón de habitantes (IBGE, 2023), su economía local se sustenta principalmente en los sectores de comercio, servicios y turismo. La ciudad es conocida por sus playas y su rica cultura, que atraen visitantes nacionales e internacionales. Además, el sector industrial desempeña un papel importante, especialmente en las áreas de alimentos, bebidas y química, destacándose históricamente la explotación de sal gema.
La ciudad tiene altitudes que varían entre 5 y 80 metros, desde la llanura costera hasta la meseta sedimentaria. Geográficamente, Maceió ocupa un área de aproximadamente 509 km², de los cuales el área urbana comprende 197 km². Su clima es tropical húmedo, con temperaturas medias anuales de 25°C y alta pluviosidad, especialmente en los meses de invierno (junio a agosto). Su territorio presenta características ambientales singulares, compuesto por manglares, acantilados, islas, estuarios de ríos, plantaciones de caña de azúcar al norte y valles fluviales que atraviesan el municipio.
Maceió tiene sus raíces profundamente conectadas a los cuerpos de agua que delimitan y modelan su territorio. Los numerosos valles escarpados (grotas) de los arroyos y sus afluentes, de difícil acceso, que cruzan y drenan la meseta, todavía están poco aprovechados como valiosos recursos ambientales para la cualificación paisajística de la parte alta de la ciudad. Estos espacios están en un proceso secular de ocupación inadecuada por asentamientos de baja renta en situaciones de riesgo, vertido de aguas residuales, basura y extracción de madera.
Esta configuración geográfica coloca a Maceió en una posición singular, donde las riquezas naturales conviven con desafíos urbanos: la ciudad fue directamente influenciada por sus funciones económicas y políticas, configurándose como un lugar de múltiples facetas: ciudad baja, ciudad alta, ciudad-grota, ciudad-pendiente, ciudad-manglar, ciudad-playa, ciudad-centro, ciudad-periferia, ciudad-industrial, ciudad-portuaria, ciudad-vertical, ciudad-vacía, ciudad de conjuntos habitacionales, ciudad de loteamientos y ciudad turística (FARIA, 2019). Maceió late con dinámicas diversas.
Como decía Bachelard, “El agua nos aparece como un ser total: tiene cuerpo, alma y voz… y nos invita a un viaje imaginario”. Esto es lo que se percibe al observar Maceió y sus dinámicas, compuesta por dos bordes: uno lagunar y otro marítimo.
Esta relación con el territorio está marcada por desigualdades y desafíos históricos, que se hacen evidentes al comparar la valorización del litoral marítimo con el abandono de la Laguna Mundaú y sus márgenes.

La Laguna Mundaú
La Laguna Mundaú, ubicada al oeste de Maceió, tiene una extensión de 27 km y conecta 10 barrios urbanos de la capital. Este ecosistema integra el Complejo Estuarino-Lagunar Mundaú-Manguaba (CELMM), que comprende un sistema acuático compuesto por lagunas, canales, islas y estuarios interconectados. Según Duarte (2019), se trata de uno de los ecosistemas acuáticos más importantes de Brasil debido a su rica biodiversidad y a las funciones ecológicas que desempeña, como la regulación hídrica, el soporte a la fauna acuática y la protección de los manglares.

Además de sus funciones ecológicas, la laguna tiene gran relevancia social y económica. Sus márgenes han sido históricamente ocupadas por comunidades pesqueras que dependen directamente de sus recursos naturales. Estas actividades tradicionales, como la pesca artesanal y la recolección de mariscos, son fuentes de subsistencia para muchas familias y portan un legado cultural que conecta generaciones con el territorio. Sin embargo, como señala Duarte (2019), el imaginario local de la laguna fue marginado en favor del litoral marítimo, especialmente después de los años 70, debido al aumento de la especulación inmobiliaria y la priorización de políticas públicas dirigidas a la valorización turística del mar.
A pesar de su importancia, la Laguna Mundaú enfrenta desafíos significativos. La contaminación del agua, derivada del vertido de aguas residuales domésticas y residuos industriales, es un problema crónico que impacta negativamente la salud del ecosistema y de las comunidades que dependen de él. Además, la expansión urbana desordenada y la falta de infraestructura básica en las áreas marginales refuerzan las desigualdades socioambientales.

La situación se agravó aún más con el desastre de subsidencia del suelo, causado por la explotación de sal gema. La actividad minera, realizada sin el debido control técnico, desestabilizó el suelo en varios barrios urbanos cercanos a la laguna, resultando en la reubicación de miles de residentes y en la interrupción de prácticas culturales y económicas tradicionales.
Del caos a los ecos del desastre
La sal gema es un mineral compuesto predominantemente por cloruro de sodio (NaCl), ampliamente utilizado en procesos industriales como la producción de sosa cáustica, cloro y otros compuestos químicos esenciales para la industria. En Maceió, la explotación de sal gema comenzó en la década de 1970 por Braskem, utilizando el método de disolución hidráulica.
Este método consiste en la inyección de agua a profundidades que varían entre 800 y 1.200 metros, con el objetivo de disolver los depósitos de sal y crear una salmuera que es bombeada a la superficie y procesada industrialmente. Aunque es una técnica eficiente y económicamente ventajosa, requiere controles rigurosos para evitar riesgos geológicos, especialmente en áreas urbanizadas, como las que albergan los barrios de Maceió. Lamentablemente, esta explotación se realizó de manera inadecuada, resultando en uno de los mayores desastres tecnológicos de la historia reciente de Brasil (Bulhões, 2022; Normande, 2023).
Un desastre tecnológico se caracteriza por eventos causados por fallas humanas, operacionales o técnicas, normalmente relacionadas con la actividad industrial. Estos eventos frecuentemente resultan en impactos ambientales, sociales y económicos a gran escala, como fue el caso en Maceió.
En 2018, un temblor de magnitud 2,4 en la escala de Richter reveló la gravedad de la situación, exponiendo grietas y hundimientos en los barrios Pinheiro, Mutange, Bebedouro y Bom Parto, ubicados cerca de la Laguna Mundaú. Estos fenómenos fueron causados por la desestabilización de las cavidades subterráneas formadas durante la explotación de sal gema, que excedieron los límites técnicos de seguridad. Se identificaron cavidades de hasta 150 metros de diámetro y distancias inadecuadas entre los pozos, lo que llevó al colapso del suelo y afectó directamente a las comunidades residentes en la región (Bulhões, 2022).
Los impactos de este desastre fueron vastos y multifacéticos. Socialmente, el desastre desplazó aproximadamente a 57 mil personas, obligándolas a dejar sus hogares, muchas veces sin indemnizaciones previas o alternativas habitacionales adecuadas. Estas personas fueron separadas de sus barrios, donde mantenían lazos comunitarios, culturales y económicos, resultando en un proceso traumático de desestructuración social.
La reubicación de más de 14 mil inmuebles generó presiones en el mercado inmobiliario de Maceió, elevando el costo de alquiler y compra de viviendas, especialmente en áreas menos afectadas (Bulhões, 2022).

En el ámbito ambiental, los impactos afectaron directamente a la Laguna Mundaú. Las alteraciones en el subsuelo y la proximidad de las cavernas a las márgenes de la laguna ponen en riesgo la salinidad de sus aguas, perjudicando el equilibrio ecológico del ecosistema. El sururu, un molusco que no solo es fuente de subsistencia, sino también un símbolo cultural de la región, vio afectada su productividad, reflejando los daños al ambiente acuático. Además, los manglares, fundamentales para la protección costera y la biodiversidad local, enfrentan amenazas adicionales debido a la inestabilidad geológica y la contaminación generada por el desplazamiento de las poblaciones (Normande, 2023).
La movilidad urbana fue otro aspecto gravemente afectado. Las principales vías de acceso en los barrios impactados fueron desactivadas, comprometiendo el transporte público y privado, lo que dificultó el desplazamiento de los residentes y aumentó el aislamiento de las áreas periféricas. Esta desarticulación impactó directamente la economía local, limitando el acceso al comercio, los servicios y el empleo.
El desastre también tuvo repercusiones en el patrimonio histórico y cultural. Edificios históricos e infraestructuras urbanas, como iglesias, escuelas y plazas, fueron dañados o perdieron su funcionalidad, destruyendo hitos simbólicos de las comunidades. La destrucción de estas infraestructuras significó la pérdida de memorias colectivas y agravó la sensación de desamparo experimentada por los residentes.
Económicamente, además de los costos directos relacionados con las reubicaciones e indemnizaciones, el desastre representó un golpe significativo para la reputación de la ciudad y su atractivo para las inversiones. Maceió, que ya enfrentaba desafíos estructurales, se vio obligada a destinar recursos de emergencia para mitigar los daños, lo que impactó negativamente otras áreas prioritarias del presupuesto público.


La responsabilización de Braskem fue conducida con base en investigaciones realizadas por el Servicio Geológico de Brasil (CPRM), que concluyó que la subsidencia fue causada por la explotación inadecuada de sal gema. Las cavernas formadas por la disolución de la sal superaron los límites seguros, con diámetros que llegaron a 150 metros, cuando lo recomendado era un máximo de 60 metros. Además, la distancia mínima entre los pozos, que debería ser de 140 metros, fue frecuentemente ignorada, aumentando la presión y la inestabilidad del subsuelo. El monitoreo y los estudios sobre la resistencia de las rocas solo se realizaron 15 años después del inicio de la explotación, imposibilitando la adopción de medidas preventivas. La proximidad de las áreas de minería con barrios densamente habitados y con la Laguna Mundaú amplificó significativamente los riesgos para la población y el medio ambiente. La falta de planificación para mitigar los impactos potenciales y la ausencia de estrategias eficaces de contingencia agravaron los daños cuando surgieron los primeros signos de inestabilidad.
La empresa minera firmó un acuerdo de compensación financiera, que incluía apoyo para la reubicación de los residentes afectados. Sin embargo, las críticas al proceso son numerosas, especialmente en lo que respecta a la lentitud en la ejecución de las medidas y la falta de reparaciones integrales, que contemplaran no solo los daños materiales, sino también los perjuicios inmateriales sufridos por las poblaciones desplazadas (Bulhões, 2022; Normande, 2023).
En el ámbito institucional, se firmaron acuerdos socioambientales entre la empresa Braskem y organismos públicos con el objetivo de reparar los daños causados. Estos acuerdos incluyen la reubicación de familias, compensaciones financieras y acciones para mitigar los impactos socio-urbanísticos. Paralelamente, la revisión del Plan Director de Maceió ha sido una oportunidad para repensar el ordenamiento territorial y proponer directrices más integradas, con un enfoque en la sostenibilidad y la resiliencia urbana. Se han llevado a cabo talleres participativos y consultas públicas con la intención de incluir las perspectivas de las comunidades afectadas y de especialistas en planificación urbana y ambiental.
Además de estas acciones, la sociedad civil y la academia han desempeñado roles fundamentales en la articulación de respuestas al desastre. Estudios académicos realizados por instituciones como la Universidad Federal de Alagoas (UFAL) han investigado los impactos de la subsidencia en el ecosistema de la Laguna Mundaú, en la movilidad urbana y en la estructura social de las comunidades afectadas.
En el ámbito cultural y simbólico, manifestaciones independientes, como el proyecto “A Gente Foi Feliz Aqui”, idealizado por el artista visual Paulo Accioly, también traen reflexiones sobre los ecos del desastre. El proyecto consiste en intervenciones urbanas que colocan fotografías en tamaño real de exresidentes en las fachadas de sus antiguas viviendas, rescatando memorias y destacando la pérdida de hogares y la desintegración de comunidades.
Otra expresión artística significativa es la intervención titulada “Maceió Afunda em Lágrimas!”, realizada por artistas locales. En enero de 2024, el grupo pintó la frase en letras gigantes en la Ladeira do Calmon, en el barrio de Bebedouro, una de las áreas más afectadas por la extracción de sal gema. La acción buscó homenajear a las víctimas de la minería y llamar la atención sobre las consecuencias de la explotación minera en la ciudad.
Mientras los datos técnicos y los análisis estructurales son fundamentales para comprender los impactos y desafíos que enfrenta la Laguna Mundaú en el contexto del desastre tecnológico, las historias de las personas que viven en este territorio nos ayudan a ver más allá de las estadísticas. Estas narrativas revelan el día a día, los dolores y sus formas de resistencia. Presento tres historias que reflejan diferentes perspectivas sobre el impacto del desastre y la vida en los márgenes de la laguna:
Narrativas de la laguna y sus márgenes



María es mariscadora en Vergel. Madre de cinco hijos e hija de la laguna, creció con el sonido de las redes siendo recogidas y el ritmo de las mareas. Su vida siempre estuvo ligada al sururu, el pequeño molusco que ha sustentado a generaciones. María vivía en una favela en los márgenes de la Laguna Mundaú. Su casa, hecha de lona y cartón, estaba a pocos pasos del agua, pero expuesta a enfermedades, inundaciones e inclemencias del tiempo.
Cuando fue beneficiada con un apartamento en un complejo habitacional cercano a la laguna, su vida cambió. El suelo de lodo fue reemplazado por concreto, y ahora María vive en el tercer piso de un bloque de apartamentos. La nueva vivienda le brindó salubridad y seguridad, pero no fue diseñada para su oficio. Las redes, las cubetas y los baldes no tienen espacio en el pequeño apartamento, obligando a María a depender de terceros para procesar el sururu.
Ana era residente del barrio Pinheiro. Durante muchos años, vivió en una casa con vista a la Laguna Mundaú, donde crió a sus cuatro hijos junto a su esposo. Profesora de una escuela local, llevaba una rutina que equilibraba trabajo y ocio. Después de las clases, paseaba con los niños por la plaza, mientras el sol se reflejaba en las aguas de la laguna. Todo cambió con el temblor. Grietas comenzaron a aparecer en las paredes de su casa y en las calles del barrio, y pronto la familia tuvo que ser reubicada en un barrio periférico. La escuela donde Ana trabajaba fue cerrada y el trayecto para llevar a sus hijos a la escuela y a espacios de recreación, que antes tomaba 15 minutos, pasó a durar más de una hora y media. Hoy, Ana tiene prohibido pasar por su antiguo barrio, donde crió a sus hijos y construyó memorias. “Es como si mi historia hubiera sido borrada junto con el barrio”.
José es pescador en Fernão Velho y siempre ha tenido una relación intensa con la laguna. En verano, las aguas traían peces y sustento. En invierno, traían inundaciones que anegaban su casa. A pesar de las adversidades, resistía. “El agua va y viene, pero yo me quedo”. Sin embargo, después del desastre, todo se volvió más difícil. La pesca, su principal fuente de ingresos, se redujo drásticamente. Con el ecosistema debilitado, los peces se volvieron escasos, y José tuvo que buscar otras formas de sustento.
La antigua vía férrea, que transportaba pasajeros y mercancías al Mercado Central, fue desactivada, y la principal carretera que conectaba el barrio con el resto de la ciudad también fue cerrada. Sin estas rutas, la circulación entre regiones se convirtió en un desafío, aislando comunidades. “Quien vive del agua sabe que tiene sus ciclos, y yo aún espero que la marea cambie”.
¿Y si…?
Ante las incertidumbres que rodean el futuro de la Laguna Mundaú, surgen cuestiones urgentes: ¿será posible estabilizar las áreas afectadas y reutilizarlas de forma segura y sostenible? ¿Cómo reparar los daños sociales, culturales y ambientales que han marcado profundamente la vida de los residentes? Y, además, ¿cómo ofrecer nuevas perspectivas a las personas que continúan viviendo en los márgenes de la laguna, enfrentando el declive de los recursos y la falta de infraestructura adecuada? Estas preguntas trascienden los análisis técnicos y nos llevan a considerar el territorio como un espacio vivo, lleno de historias y posibilidades de transformación. En este escenario, las narrativas de María, Ana y José cobran fuerza, revelando no solo los impactos del desastre, sino también caminos para reimaginar un futuro diferente.
María nos recuerda que la subsistencia y la dignidad están intrínsecamente ligadas al territorio. Reimaginar la laguna para ella significaría crear espacios de trabajo adaptados a sus márgenes, con infraestructura que respete y potencie los saberes tradicionales. ¿Y si el conjunto habitacional donde vive fuera rediseñado para incluir espacios compartidos para mariscadoras, con almacenamiento y procesamiento adecuado de sus materiales? ¿Y si el complejo de viviendas respetara formas de habitar tradicionales para comunidades que viven en los márgenes de cuerpos de agua?
Ana simboliza la desarticulación social y cultural que generó el desastre. Su narrativa nos invita a pensar en formas de reparación que vayan más allá de la indemnización financiera. ¿Y si las áreas afectadas fueran transformadas en espacios de memoria y reconstrucción colectiva? Imagina un barrio reconfigurado con parques ecológicos. ¿Y si se reabriera el acceso al barrio, permitiendo que Ana y otras familias reconectaran sus trayectorias con el lugar que ayudaron a construir?
José nos desafía a enfrentar los límites de la conectividad y la resiliencia ambiental. Su lucha diaria contra la escasez de recursos y el aislamiento nos hace preguntarnos: ¿y si la laguna se utilizara como un eje de movilidad hídrica, conectando barrios y comunidades a través de embarcaciones sostenibles? ¿Y si las márgenes de Fernão Velho fueran revitalizadas con sistemas de drenaje natural, reduciendo el impacto de las inundaciones y creando nuevas oportunidades para la pesca y el turismo comunitario?
Estas historias muestran que, aunque el futuro de la Laguna Mundaú está lleno de incertidumbres, también ofrece una oportunidad única de transformación. Las propuestas de urbanismo del paisaje, resiliencia urbana y urbanismo participativo cobran sentido real cuando se conectan con las vidas de personas como María, Ana y José. ¿Y si la laguna dejara de ser un escenario de crisis para convertirse en un símbolo de resiliencia? Reimaginar la Laguna Mundaú es aceptar el desafío de transformar el territorio y las vidas que dependen de él, creando un modelo que inspire a otras comunidades a hacer lo mismo.
Nota: Las historias presentadas en este artículo están basadas en relatos, aunque los nombres han sido modificados para preservar sus identidades. Las imágenes ilustrativas fueron generadas con el uso de inteligencia artificial, con el objetivo de representar simbólicamente las narrativas. Del mismo modo, la traducción al español fue realizada con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial.
REFERENCIAS
ACCIOLY, Paulo. A Gente Foi Feliz Aqui. Proyecto visual. Disponible en: https://www.instagram.com/agentefoifelizaqui/. Acceso en: 22 dic. 2024.
BARROS FILHO, José Roberto Galdino de. Análise sobre os impactos da atividade extrativa mineral de sal-gema em Maceió/AL. 2022. Disertación (Maestría en Geografía) – Universidade Federal de Alagoas, Instituto de Geografía, Desarrollo y Medio Ambiente, Maceió, 2022.
BULHÕES, Amorim Júlia. Colapso Urbano? Narrativas de moradores do Pinheiro sobre a subsidência do solo em Maceió-AL. 2022. 127f. TCC (Grado) – Curso de Arquitectura y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidade Federal de Alagoas, Maceió, 2022.
CARVALHO, Tuanne Monteiro de. Montagem Mutange: Vestígios em uma paisagem em dissolução. Revista Pixo, n. 27, v. 7, p. 272 – 285, 2023.
DUARTE, Rubens de Oliveira. O protagonismo e a sedução do mar e da laguna em Maceió e o imaginário das águas na cidade. 2019. Tesis (Doctorado en Arquitectura y Urbanismo) – Universidade Federal de Alagoas, Maceió, 2019.
NORMANDE, Mateus Marinho. Avaliação do impacto ambiental da subsidência na Lagoa Mundaú na produtividade de sururu. 2023. Trabajo de Fin de Grado (Licenciatura en Ingeniería Ambiental y Sanitaria) – Universidade Federal de Alagoas, Centro de Tecnología, Maceió, 2023